Una investigación realizada en Francia alertó sobre cuáles pueden ser los escenarios si las temperaturas del planeta siguen subiendo.
Por Infobae
Con el aumento de las temperaturas promedio del planeta y el cambio climático, el turismo de esquí al aire libre podría estar en problemas este siglo, ya que la capa de nieve en la mayoría de las zonas montañosas se reduce y conduciría a disminuir el tamaño y el número de estaciones de esquí. En ese sentido se expresó un nuevo estudio publicado en la revista Nature Climate Change, el cual se presentó como un llamado de atención para los centros de esquí en Europa.
Más de la mitad de las pistas de esquí europeas no contaría con nieve propia suficiente para operar a partir de 2 grados de aumento de temperatura, advirtieron los científicos en su trabajo. Además el porcentaje de centros afectados se elevaría hasta un 98% si se llegase a un incremento de 4 grados de temperatura respecto a los niveles preindustriales.
El estudio fue liderado por Hugues François de la Universidad de Grenoble Alpes, en Grenoble, Francia. El equipo de científicos se ocupó de hacer proyecciones sobre qué pasaría con el calentamiento de 2 grados y 4 grados en el planeta.
La industria del esquí de los Alpes europeos surgió a principios del siglo XX. Según los últimos datos, genera ingresos por más de 30.000 millones de euros al año; con lo cual contribuye significativamente con las economías locales, pero sólo representan el 3% de los ingresos directos totales del turismo en el continente.
Pese a que había algunos estudios anteriores, el trabajo del equipo de François adoptó un enfoque diferente: hizo modelización sobre 2.234 estaciones de esquí europeas, repartidas en 18 zonas donde este deporte es uno de los ingresos principales.
Los autores comentaron también que la industria del esquí aplica cada vez más la nieve artificial, que consume mucha energía y agua. Esa producción puede reducir el riesgo de escasez de nieve en algunas regiones, pero también acelerar el calentamiento climático global debido a su demanda energética.
Los científicos recordaron que en el momento en el que una pista de esquí necesita más del 25% de nieve artificial para operar, la demanda de agua y electricidad para crear y mantener esa nieve se dispara. Esto multiplica notablemente la huella de carbono por cada esquiador y pone en jaque la viabilidad del turismo de nieve en esas circunstancias.
Para hacer el estudio, se analizó el volumen de nieve normal y artificial, en caso de que se haya recurrido a ella, que han necesitado las estaciones europeas para operar entre 1961 y 1990, en el marco del aumento de temperatura global de 0,6 grados que ha tenido lugar en este periodo de tiempo.
Tras analizar el estudio, el científico Paul Peeters, de Ciencias Aplicadas de la Universidad de Breda, en Países Bajos, comentó: “Alguien que viva en Baviera y que solía esquiar en los cercanos Alpes alemanes podría tener que desplazarse a los Alpes franceses o suizos, lo que provocaría más emisiones adicionales que la producción de nieve”.
“Como grandes zonas esquiables dejarán de serlo, sería problemático que se mantuviera el mismo número de visitas en las zonas de gran altitud y más vulnerables que quedan. Por lo tanto, otra reacción de los esquiadores podría ser dejar de esquiar, lo que aumentaría los riesgos económicos pero podría aliviar algunos impactos ambientales”, afirmó Peeters en otro artículo en Nature Climate Change.
El estudio aportó información detallada a los responsables políticos, los inversores y el sector turístico. Alentó a los sectores interesados a reconsiderar si es prudente mantener una elevada dependencia del turismo de invierno en determinadas zonas.
“El mantenimiento parcial de la industria requiere insumos adicionales de energía renovable”, señaló Peeters. También hay escasez de agua en zonas de montaña que ya sufren presión hídrica y son ecológicamente vulnerables.
Una de las conclusiones del trabajo de François es que la producción de nieve artificial es incompatible con la mitigación del cambio climático. Según los investigadores, se deben comenzar a buscar alternativas económicas para aquellas zonas dependientes de los deportes de invierno, ya que el coste energético e hídrico de mantener las pistas podría ser insostenible.