Por: Mario Vargas Llosa | El País
Pilar Bonet, que ha sido corresponsal en Rusia de este periódico muchos años, ha publicado un libro que se llama Náufragos del imperio y que recomiendo a todos lo que, como yo, se han sentido confundidos por la diversidad de informaciones que generan las versiones oficiales o periodísticas de Rusia y Ucrania. Este interesante libro permite establecer de una manera gráfica los principales personajes de la confrontación entre Rusia y Ucrania, que, descubrimos en sus páginas, se dividen en multitud de partidos, grupos y hasta oficios de los que teníamos poca idea en Occidente.
Es un manual didáctico para aquellos a quienes, como el autor de este artículo, tomó por sorpresa el ataque de Vladímir Putin para quedarse con Ucrania, ya que aborda con detalle el origen del conflicto, y también para quienes están un poco perdidos con los nombres tan diversos de las distintas localidades afectadas y de los dirigentes políticos de esos países, quienes, nos revela la corresponsal, tienen una larga vida con antecedentes que permiten esclarecer muchos aspectos de lo que sucede.
Es muy difícil retransmitir el libro de Pilar Bonet, pero sus instrucciones y recorridos para no perderse en ese magma son claros, y la autora se las arregla para presentar ese caos como lo que no es; es decir, un mundo ordenado donde la locura de un visionario demencial ha provocado una catástrofe en la que el número de víctimas y de desplazados alcanza cifras pavorosas.
Pilar Bonet ha pasado muchos años en Moscú y se nota que ha viajado mucho por toda la región, no solo las capitales o ciudades principales, porque su información respecto a los distintos grupos, partidos y personajes tiene una simplicidad que facilita extraordinariamente la locación de las acciones bélicas. El libro, Náufragos del imperio, permite hacerse una idea de las situaciones que ocurren en todas las regiones de Ucrania. La primera de las sorpresas que uno se lleva al leerlo es que gran parte de Ucrania, incluso las zonas más apartadas de la acción, está conmovida por la guerra y que en muchos lugares afectados no solo hay campesinos y militantes, sino artistas, pues se trata de un país que ha venido bullendo con su capacidad múltiple para crear espectáculos de alto nivel y manifestaciones artísticas.
Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Pilar Bonet tiene una clara visión de los hechos y condena, desde luego, la intervención rusa en Ucrania, pero a partir de ahí es objetiva y presenta a los personajes principales, tanto del lado ruso como del ucranio, de una manera convincente, según las acciones de cada grupo para establecerse y resistir. Ucrania no es, como quizás podría creerse, un mundo primitivo, un tanto bárbaro. Nada de eso. Se trata de ciudades sofisticadas, en las que hay una voluntad artística de primer orden y una vida política extraordinariamente diversa, de la que la autora da cuenta con minucia.
Puede parecer extraño, pero este libro, que está manchado de sangre, es, sin embargo, ameno y simpático, porque presenta a los personajes en sus mejores atuendos y funciones. Es verdad que hay millares de muertos, pero las virtudes de un buen relato dominan siempre, y la autora se las arregla en todos los casos para presentar a los grupos políticos de manera amable y hasta risueña. El contexto no puede ser más horrible, decenas de miles de personas sufren, pierden sus hogares, enfrentan situaciones tremendamente trágicas, y, sin embargo, ella cuenta este mundo explosivo sin truculencia, gracias también a los muchos idiomas que la autora respeta y que permiten una gran cercanía con los personajes que entrevista o saca a la luz de su anonimato.
Ucrania es un mundo muy vasto y con una intensa vida política, cuyos partidos se disputan de forma aguerrida el liderazgo de la nación mediante votaciones muy estrictas. Es un país de alto nivel social y educativo sobre el que ha caído un tremendo conflicto, en el que, la autora lo admite, hay pocas esperanzas de solución. La negociación, que vendrá al fin y que sellará una paz entre ambos países, así lo esperamos, está tardando en llegar y tardará todavía algún tiempo, porque los ejércitos en cuestión son de alto vuelo y Rusia tiene armas para hacer durar la guerra. Ucrania, por su parte, recibe un apoyo de Occidente que le permite resistir.
Pero los dueños de esas armas deberían exigir una negociación cuanto antes para terminar con las matanzas que son el pan de cada día en aquellos territorios (Estados Unidos acaba de exigir también a Ucrania hacer mayores esfuerzos contra la corrupción a cambio de la ayuda económica que necesita). Y quienes se enfrentan no son solamente los militares o elementos perdidos, sino toda una población civil, gentes refinadas que han perdido sus hogares y que, según deja entrever la autora, tienen una larga trayectoria cívica. Se trata de un libro sorprendente, pues uno descubre que la tierra en disputa no es del tercer o cuarto mundo, como muchos creen, sino un lugar con ciudadanos de alto nivel, hoy convertidos en milicianos, orgullosos de sus colegios y sus instituciones, que ahora están en ruinas, y de sus ciudades, que, bajo los bombardeos salvajes, todavía resisten, aunque sea perdiendo a innumerables compatriotas.
Llama la atención en el libro el hecho de que los políticos están siempre allí y Pilar Bonet, que parece familiarizada con los idiomas locales, nos instala muy cerca de ellos, produciéndonos una sensación de horror, en un libro que quiere ser al mismo tiempo, y lo es, simpático. El conjunto de Ucrania se muestra al completo: vamos desde Kiev, la capital que lucha y resiste, a las ásperas tierras en las que el imperio ruso trata de aventurarse, de Odesa a Járkov, Mikoláiv, Zaporiyia y varias más, ciudades que van desapareciendo pese a la reciedumbre de sus vecinos, que mueren sin municiones muchas veces y que han perdido todo por los bombardeos. El libro de Pilar Bonet, como mencioné, es risueño a pesar de que el material que pone al alcance de los lectores es enormemente grave, porque tiene que ver con la vida y la muerte de muchos miles de personas. Gracias al lenguaje, que ella sabe utilizar con mano maestra para acercarnos a los lugares que conoce y a las figuras políticas que ha frecuentado, logra evitar que nos asfixiemos con los horrores de la guerra.
El relato tiene, además, la virtud de exigir la movilización de las personas. No es posible seguir asistiendo desde lejos a esas matanzas. Tiene que haber una movilización de quienes viven en paz para que esta sea alcanzada también por los ucranios, a partir de una negociación que levante el espíritu de ese pueblo que va perdiendo a sus gentes en cada bombardeo.
La autora quiere a estas tierras y desea que esa paz venga pronto, y su contribución es muy grande, ya que utiliza el material que ha reunido para acercarnos a una guerra que causa millares de muertos, ante la indiferencia de buena parte del mundo. La invasión de Rusia a lo largo y a lo ancho de Ucrania no debe dejarnos impávidos. Hay que actuar y empujar a los adversarios a la negociación. Rusia ha sido el atacante y las artes de la guerra la favorecen, pero Occidente, que es más civilizado y está mejor preparado para estos trámites, debería poder sacar partido de su superioridad moral y luchar incansablemente por esa multitud que defiende su derecho a la existencia, sin humillaciones ni castigos, tratando de lograr negociaciones de paz. Cuanto antes ocurra será mejor para ucranios y rusos, pues la invasión continúa plagando de sufrimiento a ambos bandos.
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