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¿Perderá Occidente todas sus batallas?

Por: Wolfgang Münchau | El País

David Cameron acaba de prometer que el Reino Unido apoyará a Ucrania durante “el tiempo que haga falta”. Para alguien con una vida política estimada en aproximadamente un año, se trata de una promesa que raya en el delirio. Siempre hay unas elecciones o algún otro acontecimiento inoportuno en el lado equivocado del horizonte temporal de nuestros aliados.

El futuro en Ucrania y Oriente Próximo brinda muchas posibilidades. Una victoria gloriosa es una de ellas. Pero también lo es la derrota total. Occidente podría perder sus guerras subsidiarias tanto en Ucrania como en Israel, y también su batalla económica contra China. El escenario del desastre total no es una predicción, pero sí una hipótesis plausible.

¿Cómo es esto siquiera posible? Occidente es mucho más rico que China o que Rusia. Tiene ejércitos superiores. Estados Unidos sigue siendo el líder mundial en tecnología, con un montón de artilugios de alta tecnología en fase de desarrollo. Tenemos sistemas políticos estables. ¿Por qué no zanja esto el debate?

Hay varias razones. El tejido social de Occidente se ha ido desintegrando. El ascenso de Donald Trump y el Brexit no fueron las singularidades que los defensores liberales del statu quo habían pronosticado. Brasil tuvo a Jair Bolsonaro. Argentina acaba de elegir a Javier Milei, el ultralibertario que quiere abolir el banco central. Trump vuelve a ser un serio aspirante a la presidencia de Estados Unidos. Considero que la combinación de crisis financieras, rescates monetarios, austeridad fiscal y globalización excesivamente entusiasta son las razones profundas de la inestabilidad política colectiva de Occidente.

En segundo lugar, la participación de Occidente en la producción económica mundial no ha dejado de caer, desde el 60% en 1980 hasta alrededor del 40% en la actualidad. (Fíjense en que utilizo la medida de Paridad del Poder Adquisitivo del Fondo Monetario Internacional. Hay diferentes medidas). Se prevé que seguirá descendiendo. Lo que no se ha desinflado son nuestros egos y tampoco nuestra sensación de que seguimos dirigiendo el mundo.

En tercer lugar, nuestro uso excesivo de la coacción económica ha provocado rechazo, tanto por parte de aquellos a los que van dirigidas nuestras sanciones como por parte de los países no alineados. Tampoco están funcionando. Los artículos de lujo occidentales siguen estando ampliamente disponibles en las tiendas de Moscú y San Petersburgo. Llegan en camiones desde terceros países de Asia Central y Oriente Próximo. El tope al precio del petróleo ruso que ha impuesto Occidente tampoco funciona porque Rusia y sus compradores han encontrado la manera de eludirlo. El objetivo original de las sanciones era impedir que Vladímir Putin financiara su guerra contra Ucrania. Casi dos años después del inicio del conflicto, Rusia se ha convertido en una economía de guerra que pronto podría superar a Occidente en suministros militares a Ucrania. Esto es exactamente lo contrario de lo que habían predicho los expertos occidentales. Las sanciones han resultado ser un fracaso absoluto, consecuencia de la arrogancia y la ignorancia.

En cuarto lugar, seguimos subestimando la capacidad de nuestro adversario. China respondió a las sanciones estadounidenses sobre los semiconductores de alto rendimiento fabricando los suyos propios. Recuerdo bien la sorpresa que expresaron las autoridades estadounidenses a finales de agosto cuando descubrieron que Huawei había sido capaz de utilizar un microchip avanzado en su último teléfono inteligente. Chris Miller, autor del libro La guerra de los chips (Península), se mofaba de China por su intento fallido de construir una fábrica de semiconductores. Su relato también subestimaba a China. Si cada año aceptamos decenas de miles de dólares y libras de estudiantes chinos que se matriculan en prestigiosas universidades del Reino Unido y Estados Unidos, no hay que sorprenderse de que aprendan algo. El año pasado hubo 150.000 solo en el Reino Unido.

China ya ha tomado la delantera en el campo de los vehículos eléctricos. En pocos años, el país asiático habrá superado a Alemania y a Japón como mayor exportador mundial de automóviles. Podemos distinguir un patrón aquí, reflejado en la política, los negocios y el mundo académico. Los líderes y los intelectuales occidentales infravaloran las partes del mundo que no conocen.

Juntos, estos fracasos suman. En Ucrania, el desenlace de la guerra está totalmente por decidir. Giorgia Meloni se delató cuando admitió en una llamada que le hizo un bromista que todo el mundo en Occidente estaba cansado, y que ella tenía un plan para acabar con la guerra.

Es posible que Putin haya escuchado el comentario con interés. Creo que su curso de acción más racional sería seguir luchando el mayor tiempo posible. Para empezar, los belicistas están más seguros en sus puestos de trabajo mientras dure la guerra. En segundo lugar, al haber reformulado el propósito de la guerra como una batalla contra Occidente, no tendría sentido que se conformara con una adquisición de territorio y aceptara la idea de que el resto de Ucrania se convirtiera en miembro de la OTAN y de la UE. En el presidente Xi Jinping, Putin ha encontrado un nuevo socio en la batalla contra Occidente, si bien es un socio con más poder. Y por último, ¿por qué llegar a un acuerdo antes de las elecciones estadounidenses? Si ganara Trump, Putin conseguiría sin duda un trato mejor. Especialmente ahora que Occidente está distraído con Israel, tendría sentido que Putin resistiera.

Por otro lado, Occidente ha ido perdiendo aliados en el mundo no alineado. Las antiguas colonias africanas de Francia se rebelan. La UE ha perdido Oriente Próximo. Estados Unidos ha perdido partes de Latinoamérica. Estas solían ser asociaciones estratégicas. China se ha convertido en el primer inversor en Chile. Y China y Rusia se han mostrado muy activas en África. Ya no juegan en nuestro equipo.

Me viene a la mente Norma Desmond, la estrella de cine entrada en años de Sunset Boulevard y uno de los personajes más delirantes jamás creados por Hollywood. “Antes eras grande”, le dice Joe Gillis. “Soy grande”, responde ella. “Son las películas las que se han quedado pequeñas”.

Las opiniones expresadas de los “columnistas” en los artículos de opinión, son de responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan la línea editorial de Diario El Mundo.

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