Por: El País
El próximo sábado el mundo asistirá al segundo aniversario de la invasión de Ucrania, una triste efeméride que estos días ha tenido los peores augurios para Kiev y para Europa.
La falta de apoyo estadounidense debilita las posibilidades de Kiev ante Rusia.
El anuncio ayer de la retirada del ejército ucranio de Avdiivka supone la mayor victoria para Moscú desde la toma de Bajmut en marzo de 2023. La caída en sus manos de la ciudad de la provincia de Donetsk es otro síntoma de lo fuerte e impune que se siente Vladímir Putin. La toma del enclave llega horas después de hacerse pública la muerte en prisión del líder opositor Aléxei Navalni y en la misma semana en que el Kremlin ordenó la detención de Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, un país miembro de la Unión Europea.
Ayer Zelenski acudió a la Conferencia de Seguridad de Múnich para denunciar la falta de armamento que padece su país, cuyo mayor responsable es el partido republicano de Estados Unidos. El actual bloqueo de los presupuestos de ayuda a Kiev en el Congreso estadounidense y las reiteradas declaraciones de Donald Trump contra la OTAN sitúan a los países europeos ante una encrucijada en la que no solo está en juego el futuro de Ucrania sino también la propia seguridad colectiva. Venza o no Trump en las elecciones de noviembre, Europa no puede seguir comportándose como si la última garantía de defensa estuviera todavía a cargo de la superpotencia que contribuyó decisivamente a la derrota del nazismo.
La que ha sido durante 80 años superpotencia indispensable para la estabilidad y la seguridad del continente se halla ahora sumergida en un mar de incertidumbre. De cara adentro, sobre el propio futuro de su democracia, y de puertas afuera, sobre su papel en el orden global que surgirá de la guerra de Ucrania. Para el trumpismo no cuenta la solidaridad con sus aliados, como demuestra el chantaje que condiciona el imprescindible paquete de ayuda militar al sellado de la frontera con México para contener la inmigración. Las declaraciones provocadoras e irresponsables de Trump debilitan el compromiso de Washington con la OTAN y el carácter vinculante del artículo 5 del Tratado sobre la solidaridad de los socios en la defensa colectiva.
El futuro de Ucrania pende del hilo estadounidense. Dentro de un año, sin el compromiso de Washington, todo puede quedar en manos de Europa. Sin un robusto brazo europeo, la OTAN puede dejar de existir. Para vencer el doble y perverso efecto de un hipotético Trump en la Casa Blanca y Putin en el Kremlin, Europa debe cumplir con el compromiso del 2% del PIB en defensa. Para defender, por supuesto, la soberanía de los países miembros y la de la vecina Ucrania. Toda la responsabilidad recae a partir de ahora sobre las espaldas de los gobiernos europeos y de las instituciones de la UE. Será la prueba definitiva de la deseada autonomía estratégica.
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