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Carrera contra el sol: los agricultores intentan ganarle al cambio climático

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California. – Fue un verano largo y caliente, como la mayoría en el valle de San Joaquín. Los árboles de pistachos plantados en filas ordenadas —y los agricultores que los cultivan— están acostumbrados a condiciones rigurosas. Los árboles de pistachos, con sus raíces profundas y sus ramas fuertes y nudosas, son resistentes, toleran las tierras saladas y las brutales olas de calor. Algunos pueden vivir siglos.

Sin embargo, aunque los veranos sofocantes son la norma en esta parte de California central, hay una nueva amenaza existencial para estos árboles, una que, según advierten los científicos, podría implicar el fin de la cosecha de pistachos: los inviernos más cálidos. Muchas cosechas están enfrentando amenazas similares a medida que las regiones agrícolas de todo el mundo experimentan casos extremos de calor, lluvias y sequías que no se habían visto antes.

Los inviernos helados son cruciales para los árboles de frutas y de frutos secos, en particular para los pistachos. Para terminar con su hibernación y propagar su polen, los pistachos necesitan pasar unas 850 horas, o cinco semanas, a temperaturas debajo de los siete grados Celsius.

Por lo tanto, a medida que el valle de San Joaquín se calienta y sus neblinas refrescantes desaparecen, los productores se han percatado de que sus huertos no están sincronizados: muchos árboles machos ya no producen polen cuando las hembras lo necesitan.

Después de sufrir una pérdida de miles de millones de dólares debido a un invierno cálido reciente, los productores de pistachos en California no necesitan mucho convencimiento de que su sustento está en peligro a causa del cambio climático.

Debido a que han prestado atención a las advertencias de que la industria tal vez no sobreviva más allá de la mitad del siglo, han sido de los primeros del mundo en adaptarse. Los científicos están discutiendo y combinando genes para crear árboles que puedan sobrevivir en un mundo más cálido, y los productores están cubriendo sus apuestas con la plantación de árboles experimentales que necesiten menos días de frío.

“Se puede decir mucho sobre el conocimiento tradicional. Pero este es un nuevo territorio”, comentó Rebecca Carter del Instituto de Recursos Mundiales, un grupo de investigación sin fines de lucro que está trabajando con agricultores de todo el mundo para adaptarse a las amenazas del cambio climático, incluidos los inviernos más cálidos, los acuíferos secos y las olas de calor con temperaturas históricas.

En 2013, los científicos instaron a una “adaptación inmediata” de los agricultores para garantizar que pudieran alimentar a los 10 mil millones de personas que, según estimados, habitarán el planeta en 2050.

En un estudio, advirtieron que el hambre en el mundo iba a empeorar a medida que disminuyera el rendimiento de las cosechas, aumentaran las pestes y las enfermedades, se disparara la demanda de agua y desaparecieran cosechas muy vulnerables. “Todo el sistema alimentario necesita cambiar”, de acuerdo con el informe publicado en la revista Science.

Según Carter, para salir adelante, se “requerirán cambios fundamentales en la manera en que se producen los alimentos, cómo se usa la tierra, dónde viven las personas y qué actividades económicas ocurren en zonas específicas”.

Esos cambios ya están sucediendo a nivel mundial. Después de cultivar café durante generaciones, los agricultores de algunas zonas de Costa Rica están cambiando al cultivo de naranjas. Los pastores kenianos, frente a las intensas sequías, están criando camellos en vez de reses. Los agricultores en el medio oeste de Estados Unidos están plantando maíz con varias semanas de antelación para que sus cosechas puedan polinizarse antes de los veranos más calientes.

En la provincia china de Fujian, la cual es propensa a las sequías, los agricultores que solían cultivar trigo y maíz han cambiado a las manzanas. En India, algunos agricultores han remplazado el arroz con mijo, un grano antiguo que se da muy bien en tierras secas e infértiles. Y a medida que el agua de mar inunda Bangladés, algunos campos de arroz se han transformado en granjas de camarones.

No obstante, la adaptación es un proceso gradual que dura décadas. No importa si se trata de California o China, transformar una sociedad y una economía requiere investigación, paciencia, valentía… y dinero. Los productores de California que tienen cosechas especializadas y lucrativas cuentan con los ingresos y la destreza para probar nuevas variedades climáticamente inteligentes, pero en Costa Rica, Kenia e India, los agricultores se han visto obligados a abandonar sus tradiciones y sustentos de mucho tiempo.

“No podemos seguir haciendo exactamente las mismas cosas que hacemos ahora”, comentó Katherine Jarvis-Shean, una investigadora de la Universidad de California que asesora a horticultores sobre las formas de sobrellevar el cambio climático. “Hay muchas soluciones para los problemas previstos. Tan solo debemos controlarlas, probarlas y volverlas disponibles para los agricultores”.

Entre los cultivos más amenazados en California se encuentran las cerezas, los pistachos y las nueces, los cuales necesitan una gran cantidad de días fríos de invierno, y las uvas vinícolas, las cuales no pueden tolerar las olas de calor extremo.

Sin embargo, los melones y el brócoli podrían crecer muy bien en un mundo en calentamiento, de acuerdo con un estudio de 2017 que realizó el Departamento de Agricultura. No obstante, es poco probable que los consumidores se apresuren a comprar esos productos para remplazar sus frutas con hueso y nueces favoritas.

“En su mayor parte, el mundo se alimenta de cultivos en línea”, señaló Pat J. Brown, un profesor adjunto de la Universidad de California, campus Davis, para referirse al trigo, al maíz y otros alimentos básicos. “Pero muchas de las cosas que hacen que la vida en verdad valga la pena provienen de los árboles. Piensa en el mundo sin chocolate, vino o café”.

Para evitar eso, los agricultores y científicos del mundo están trabajando activamente.

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