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El milagro del empleo en los países ricos: resiste a pesar de la inflación y la incertidumbre

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La tasa de paro cae en las naciones más desarrolladas, que incluso acusan escasez de trabajadores. Es el escenario ideal para mejorar los salarios, pero no crecen.

Por El País

Así lo atestiguan los datos de la OCDE, el club de 38 países integrado por las principales naciones europeas, Australia, Japón, Corea del Sur y varios Estados americanos: la media del paro en agosto fue de un 4,81%, el menor registro notificado en ese mes, mejor que antes de la pandemia (un 5,39% en 2019), que durante la Gran Recesión (un 8,58% en 2009) y a principios de siglo (un 6,75% en 2001). El escenario es parecido si el análisis se limita a la Unión Europea, que acumula varios meses de tasa de paro en mínimos históricos: en agosto era del 5,9%, casi un punto menos que en 2019.

Los especialistas apuntan a una causa principal para explicar este fenómeno, el gasto público desplegado durante la pandemia, pero señalan otros motivos: la contracción de salarios combinada con el aumento de beneficios de las empresas, el envejecimiento de la población o la desconfianza en que el suministro dependa de terceros países ante los problemas recientes.

Stefano Scarpetta, director del área de Empleo y Asuntos Sociales de la OCDE, reivindica estos datos: “Son muy interesantes por dos razones. Primero porque este nivel mínimo de desempleo se asocia con niveles altísimos de empleados —se aprovecha el 69,4% de la fuerza laboral disponible, el registro más alto de la serie—. Es decir, no alcanzamos niveles bajos de paro porque haya personas que renuncien a participar en el mercado laboral, sino por lo contrario. La segunda razón es que esto sucede en un contexto de desaceleración económica. Se proyecta un crecimiento mucho menor y el paro sigue bajo”.

La fortaleza del mercado laboral es, según la Comisión Europea, uno de los factores que ha sustentado el crecimiento en lo que llevamos de año. “El grave impacto económico en determinados sectores, incluidas las interrupciones de la cadena de suministro y el aumento de la incertidumbre económica causada por la guerra de Rusia contra Ucrania, hasta ahora no ha tenido un efecto significativo en las cifras de empleo en la UE”, explica Ioannis Virvilis, portavoz de la Representación de la Comisión Europea en España.

La tendencia a mejor de los países ricos contrasta con la del resto del planeta, que sí acusa los golpes del tablero económico. Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de 186 países con datos disponibles la tasa de paro solo cae en 40 respecto a 2019, se mantiene en nueve y crece en 136. Esto resulta en que la tasa estimada de paro mundial crezca ligeramente, del 5,5% de 2019 al 5,8% de 2023. “Si bien es cierto que algunos países y regiones han experimentado un fuerte crecimiento también lo es que la recuperación es frágil a nivel global, y claramente insuficiente en países de bajos ingresos”, explica Roger Gomis, economista del departamento de estadística de la OIT.

La evolución positiva en Europa se debe, principalmente, a la pronunciada caída del desempleo en los países que más paro registran históricamente. Es decir, estados mediterráneos como España, lo que más margen de mejora tenían. El mayor retroceso es el de Grecia, que sufría un 17,4% de paro en agosto de 2019 y ahora es de un 10,9%. También son importantes las caídas de España (del 14,1% al 11,5%), de Italia (del 9,4% al 7,3%) y de Francia (del 8,3% al 7,3%). Los países con menores tasas de paro se mantienen en registros parecidos a los de antes de la pandemia —algunos con ligeros repuntes—, como Polonia (2,8%), Alemania (3%) o Países Bajos (3,7%). Pasa lo mismo en Japón (2,7%), Corea del Sur (2,4%) o Estados Unidos (3,8%).

La virtud de apenas sufrir paro suele ir acompañada de un reverso negativo para las empresas: son los países que anotan una mayor tasa de vacantes de empleo sin cubrir. La proporción holandesa es la más alta (4,7%), seguida de la de Bélgica, la de Austria y la de Alemania, también en guarismos bajos de paro. La líder del desempleo en el continente, España, está entre los países que menos sufren este problema, con un 0,9%.

Ludovic Voet, secretario confederal de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), cree que el principal motivo por el que el empleo resiste en los países ricos pese a la incertidumbre es que “durante la crisis de la covid-19 y la de los precios de la energía los Gobiernos tomaron medidas para proteger a los trabajadores”. Se refiere a políticas a costa de recursos públicos, como los ERTE españoles durante la pandemia, los miles de millones de fondos europeos del plan de recuperación o las ayudas a las empresas para combatir la espiral de precios. Este especialista indica que la combinación del rebote de la actividad tras la pandemia y la protección que habían desplegado los poderes públicos conducen a estos niveles bajos de desempleo.

Scarpetta señala otros motivos relacionados con la pandemia: “Muchas empresas están invirtiendo más en sus países de origen por los problemas sufridos en las cadenas de suministro”. Además, indica que las compañías están más abiertas a diferentes formas de trabajo (teletrabajo, flexibilidad horaria…), lo que amplía la población que puede combinar su vida con un empleo. Este cambio de mentalidad también viene impulsado por la dificultad para encontrar trabajadores, señala Voet: “Los empleadores se lo piensan antes de despedir, en un contexto en el que saben que no es fácil reclutar trabajadores para algunos sectores”.

Arturo Lahera, profesor del departamento de Sociología Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid, menciona al envejecimiento como otro factor que ya está afectando al mercado laboral: hoy los mayores de 65 años son un 21% en la Unión Europea, en 2035 serán en torno a un 26% y casi el 30% en 2050. “Cada vez habrá menos mano de obra y las empresas la van a seguir necesitando, por mucho que avance la tecnología. La previsión es que el paro en España caiga a la mitad en unos 20 años. Es algo fundamental para el sistema de pensiones, pero también para las propias empresas”. En ese escenario, pese a las previsibles mejoras de la productividad, será necesaria una mayor porción de personas empleadas para que la rueda siga girando.

Esto preocupa a Maxime Cerutti, director de Asuntos Sociales de BusinessEurope, la principal patronal europea: “El hecho de que el desempleo sea históricamente bajo en la Unión Europea a pesar del lento crecimiento económico es positivo, pero no cuenta la verdadera historia. El principal desafío que tenemos por delante en el mercado laboral es abordar la creciente escasez de mano de obra y habilidades”. Virvilis también pone el foco en las vacantes: “La escasez de mano de obra y la inadecuación de las cualificaciones siguen siendo motivo de preocupación. También debemos seguir vigilando de cerca el desempleo juvenil”.

La teoría económica indica que este escenario, de pleno empleo en muchos países desarrollados e incluso escasez de mano de obra en algunos, debería servir a los trabajadores para mejorar sus condiciones salariales. A menor oferta de empleados y mayor demanda de ellos, en teoría, mejores retribuciones. Los datos de la OCDE dejan claro que la inflación ha anulado esa posibilidad: en 37 de los 38 países cayó el poder adquisitivo en 2022, con España entre los más afectados (los salarios reales se dejaron un 5,3%). La tendencia se mantiene al inicio de 2023, con un retroceso medio del 3,8% en la OCDE.

“No, los salarios no están creciendo pese a que el escenario sea propicio para ello”, denuncia Voet. Este sindicalista afirma que hay algunas actividades de alto valor añadido en las que la escasez de personal conduce a mejoras salariales, pero no en el global de las economía: “Hay sectores con algunos problemas de falta de formación, pero en muchos otros como la hostelería, la construcción o la agricultura los problemas de captación se deben a falta de condiciones laborales. Y la estrategia de los empleadores no es mejorar los salarios, sino requerir que más personas inactivas trabajen o más inmigración”. Gomis apunta que esta contracción de las nóminas “está afectando desproporcionadamente a hogares con menores ingresos, puesto que estos dedican una mayor parte de su renta a productos como comida y combustible”.

Scarpetta destaca que los márgenes empresariales han esquivado el golpe que la inflación sí ha infligido a los salarios. “Las empresas han conseguido proteger sus beneficios e incluso mejorarlos en algunos casos, sin compensación salarial para los trabajadores”. Los especialistas indican que esta puede ser otra razón tras la buena marcha del empleo: a mejores resultados, más capacidad de contratación. “Es una hipótesis interesante”, señala Lahera, que relaciona la devaluación salarial con varios factores que restan fuerza a los trabajadores: “Hay un incremento del subempleo, es decir, personas que querrían trabajar más horas. Estos trabajadores, pendientes de un aumento de jornada, no se van a movilizar. El coste de la vida, especialmente de la vivienda, también modera la protesta, debilitada de por sí por los bajos niveles de afiliación a los sindicatos”.

Lahera cree que la pujanza de partidos conservadores y de ultraderecha, con un marcado discurso antisindical, y el trauma por las sucesivas crisis económicas —de la financiera de 2008 a la del coronavirus en 2020— tampoco ayudan a que los trabajadores obtengan mejores condiciones laborales. “Pero es interesante el caso de Estados Unidos”, continúa Lahera, “después del fenómeno de la Gran Dimisión, por el que muchas personas tomaron conciencia de que no querían vivir para trabajar; vemos un segundo flujo en forma de protestas muy potentes, como la de guionistas, la del sector de los automóviles, la de sanitarios o la de logística. Parece que están perdiendo el miedo a movilizarse”.

“Creo que la razón de este desfase en Europa”, continúa Scarpetta, “es que las condiciones laborales dependen de acuerdos entre empresas y trabajadores que se renuevan cada cierto tiempo. Creo que en los próximos meses veremos una contención de los beneficios y un aumento de las retribuciones, sin que esto genere inflación de segunda ronda”. Este último aspecto preocupa a la patronal europea, que pide cautela respecto a los salarios: “Sigue siendo importante centrarse en reducir la inflación y, al mismo tiempo, evitar presiones inflacionarias de segunda ronda en forma de efectos de espiral salario-precio”.

Scarpetta cree que el mercado laboral necesitará varios estímulos para seguir funcionando: “No hay una única solución. Estamos envejeciendo, pero también lo hacemos con mejor salud, así que es importante incentivar la participación en el mercado laboral con más edad. También hay margen de mejora entre las mujeres, que siguen sufriendo más desempleo”. Lahera anticipa un aumento progresivo de la edad de jubilación en los próximos años en los países desarrollados.

El responsable del área laboral de la OCDE también apuesta por la recualificación, ante la falta de profesionales en algunos sectores, e incentivar flujos migratorios: “África es el único continente que en 30 años va a seguir ganando población. Debemos ayudarles a mejorar las habilidades de sus trabajadores y reconocer las que obtienen en sus países”. El representante de la patronal europea pone el foco en esas estrategias: “La prioridad clave hoy es atraer más trabajadores a través de la reducción de la inactividad y la mejora de las migraciones laborales. También es crucial aumentar la productividad”.

Con todo, los analistas advierten que el escenario global pasará factura al empleo en los países desarrollados, como empieza a advertirse en algunos de ellos. “La inflación, el endurecimiento de la política monetaria y la incertidumbre pesan sobre el mercado laboral. Aunque el empleo tiende a reaccionar con retraso a estos factores parece que ya empiezan a surtir efecto”, indica Gomis. “Es muy probable que al cierre del año la tasa de empleo para 2023 se haya estancado con respecto al ejercicio anterior”, finaliza.

El secretario confederal de la CES transmite inquietud: “Hay un alto riesgo de que se vuelvan a tomar medidas de austeridad a nivel europeo. Creemos que habrá recortes el año que viene que pueden costar muchos empleos”. Voet contrapone el efecto en el mercado de trabajo de la respuesta a la crisis financiera, vía control del gasto público, y a la pandemia, expansiva y con medidas que impedían la destrucción de empleos. “Hay riesgo de volver a las políticas neoliberales que destruirían trabajo. Estos años hemos visto que se pueden proteger los puestos de trabajo”, dice Voet. “Para algunos el incremento de la deuda para proteger el empleo fue una locura, otros pensamos que era lo que había que hacer”, agrega Lahera.

A medida que los efectos de esos estímulos se esfumen, el mercado laboral demostrará si su fortaleza trasciende a ellos y si es capaz de hacerlo con una mejora de las condiciones de los trabajadores.

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