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La Iglesia Católica de Honduras llama a encontrar a Dios en el silencio de la oración en medio del bullicio del mundo

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Tegucigalpa – La Iglesia Católica de Honduras alza su voz para abordar un tema de profunda reflexión en el mundo actual: el valor del silencio en medio del bullicio y la agitación.

En una homilía dominical, el arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher, destacó la importancia de encontrar a Dios en el silencio de la oración, lamentando cómo los ruidos y la urgencia del activismo pueden obstruir ese camino hacia la conexión espiritual.

En un mundo en constante movimiento, la pausa y el silencio pueden parecer incómodos, incluso amenazantes.

El arzobispo Nácher cuestiona este temor al silencio y plantea una inquietante reflexión: ¿Acaso nos asusta el silencio, ese espacio donde descubrimos todo lo que realmente importa? En una sociedad impulsada por la prisa y las distracciones, su llamado a considerar el valor del silencio como puerta hacia lo trascendental es un recordatorio oportuno.

El arzobispo hace referencia a Jesús y cómo su serenidad y conexión con lo divino pueden parecer tan asombrosos que se confunden con fantasmas.

En un mundo que a menudo descarta lo espiritual como superstición o mera idea, Nácher insta a reconocer a Jesús como una presencia real y tangible.

Su mensaje trasciende la noción de un ser abstracto al que se recurre solo en momentos de necesidad, para abrazar la idea de una figura cercana y personal.

Los desafíos que enfrentamos en la vida no son una lucha contra nosotros mismos, sino más bien contra el plan divino para el mundo. Nácher nos recuerda que, al igual que Jesús le dijo a sus discípulos “No tengan miedo” cuando enfrentaban las turbulentas aguas, hoy ese mensaje sigue siendo relevante.

Invita a abrazar las vicisitudes de la historia y a navegar por ellas sin miedo, siguiendo el ejemplo del mensaje divino. Sin embargo, el arzobispo destaca que solo en el silencio de la oración se puede captar la profundidad de un mensaje tan desafiante.

En el ruido de la vida cotidiana, el espacio para la contemplación y la comunión espiritual puede perderse. Desde el comienzo hasta el final, todo está enraizado en la oración.

Nácher concluye su mensaje con un recordatorio de que la paz interior, la conexión con lo divino y la verdadera esencia de la vida se encuentran en el silencio y la calma de la oración.

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