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Líbido y depresión: el impacto de esta enfermedad en la salud mental

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El trastorno incide profundamente en aspectos tan vitales como la sexualidad y el deseo, poniendo de manifiesto la importancia de un abordaje integral para recuperar el bienestar.

Por Infobae

La depresión es una de las patologías mentales más frecuentes que afecta aproximadamente a 163 millones de personas en el mundo. La ciencia sigue investigando las causas profundas y elaborando fármacos cada vez más efectivos y con menos efectos adversos.

Los criterios diagnósticos incluyen dos síntomas cardinales: la tristeza patológica y pérdida del interés (entusiasmo, disfrute, placer) que deben permanecer como mínimo dos semanas y acompañarse de pérdida de voluntad, cambios en el ritmo de sueño y en los hábitos alimentarios, irritabilidad, culpa e ideas de muerte y suicidas.

Aunque no se considere un síntoma específico, la falta de libido es una manifestación tan frecuente como las demás, queda englobada dentro de la falta de voluntad y de placer.

Existen por lo menos dos tipos de depresiones, una con más causas genéticas, con antecedentes familiares y síntomas que incapacitan, y otra, con síntomas de ansiedad e insomnio que llevan a la persona a una merma en las tareas cotidianas.

El tratamiento con antidepresivos de tipo ISRS (Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) tienen una acción gradual, apareciendo los efectos dentro del mes y aún más.

Este tipo de fármacos también reduce la libido y puede retrasar la respuesta orgásmica, siendo una preocupación a medida que el paciente va mejorando. Si bien existen otros antidepresivos que no comprometen la función sexual, los ISRS siguen siendo la mejor opción.

Un estudio publicado en The Journal of Sexual Medicine en 2023 revela que a las doce semanas de tratamiento con antidepresivos ISRS y en coincidencia con la mejora de los síntomas, también mejora la libido. En realidad, en las primeras semanas, la falta de interés en todas las áreas no ayuda a acercarse y tomar la iniciativa sexual; no obstante, a medida que reaparece la energía corporal, el deseo se incrementa.

No me toques
La aversión sexual (el rechazo a fantasías y a contactos eróticos) es una conducta frecuente. El depresivo es muy vulnerable a los mensajes del afuera que lo inquietan e irritan: “Tenés que poder” “No te quedes encerrada, salí” “no comprendo que te pasa”. Y, además, cada acercamiento de su pareja, aunque sea para abrazar, contener, es interpretado como un acto de coacción para hacer algo que no desea.

Es fundamental desactivar esta asociación: “Me acaricia, quiere sexo”. En general, las parejas suelen asociar las acciones de contacto con tener sexo, sin embargo, acariciar, abrazar, besar, son expresiones de afecto que no siempre son señales eróticas.

Para la persona depresiva es muy importante dejarse contener por sus parejas, sentir la emoción del contacto, sin más interpretación que esa.

El cuerpo en la depresión
El cuerpo del depresivo sufre: fatiga, dolor, lentitud, pérdida de energía, inquietud, y por sobre todas estas manifestaciones desagradables, la extrañeza de que ese cuerpo no es el mismo de antes. La mejoría trae el reencuentro con el cuerpo activo, deseante, que puede proyectar, avanzar y disfrutar.

Para aquellos que han sufrido depresión, el miedo a volver a padecerla es una constante. La tristeza es un sentimiento que acompaña diferentes circunstancias vitales como parte de nuestro mundo emocional y su aparición no significa depresión. Es frecuente escuchar “el fin de semana estuve deprimido”, cuando en realidad la persona estuvo triste o angustiada.

Estamos acostumbrados a patologizar las emociones: depresión, bipolaridad, borderline, pasivo/agresivo, etc.; son términos que circulan con liviandad, sin ningún criterio científico. Se trata de un trastorno que incide profundamente en aspectos tan vitales como la sexualidad y el deseo, poniendo de manifiesto la importancia de un abordaje integral de la salud Con este argumento de términos científicos llevados a la banalidad del lego, el depresivo se siente señalado y presionado.

En este contexto, el cuerpo se disocia: por un lado, una apariencia socialmente eficaz y por el otro, el dolor interno. La sociedad le exige al depresivo que siga produciendo, es un signo de salud social, pero no personal; le demanda cuerpo y emociones coherentes con las responsabilidades cotidianas.

Y como resultado, la culpa. El depresivo que deja de cumplir con los reclamos externos siente culpa por no rendir como antes, culpa por pedir una licencia (y miedo de perder el trabajo o quedar “escrachado” en el legajo), culpa por la imagen que da a los hijos, culpa por aislarse, culpa por no “cumplir” con el sexo; en fin: se siente una carga para los demás.

¿Qué hacer para aliviar la depresión?

  • La depresión es un trastorno y de ninguna manera debe ser interpretada como una falta de habilidades para enfrentar la realidad.
  • El depresivo no manipula ni se victimiza. Pide comprensión y ayuda sin exigencias.
  • La presión social incrementa el malestar y la culpa por no cumplir con las responsabilidades.
  • El contacto social y la comunicación es fundamental, pareja, amigos, familia. No hay nada que decir, es estar.
  • La información sobre estos cuadros ayuda a acompañar. Es importante que el proveedor de salud explique y rompa con interpretaciones erróneas.
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