Por: Sergio Ramírez | El País
El ataque a martillazos y con gases lacrimógenos sufrido en Lituania por Leonid Volkov, estrecho colaborador del líder opositor ruso Aléxei Navalni, muerto hace un mes en una cárcel de Siberia, supone una nueva muestra de la impunidad con la que el régimen de Vladímir Putin actúa en Europa contra cualquier persona a la que él o sus partidarios consideren una amenaza para su proyecto totalitario. Volkov fue emboscado por al menos dos personas en las cercanías de su domicilio, en Vilna, la capital de la república báltica, país miembro de la Unión Europea. Trasladado a un hospital, fue atendido de diversas lesiones, entre las que destaca la fractura de un brazo. La policía y su unidad de élite antiterrorista investigan lo sucedido, pero el presidente lituano, Gitanas Nauseda, ya ha apuntado sin ambages al principal sospechoso de estar detrás de la acción criminal: Putin.
Se trata del segundo incidente de este tipo conocido en la Unión Europea en el plazo aproximado de un mes después del asesinato a tiros el pasado febrero en Villajoyosa (Alicante) de Maxim Kuzmínov, un piloto militar ruso destinado al frente de Ucrania que desertó el pasado verano. El jefe del Servicio de Espionaje Exterior de Rusia, Serguéi Narishkin, dijo tras conocer su ejecución en España que, desde el momento en que decidió huir del ejército, el asesinado ya era un “cadáver moral”.
Los nombres de Volkov y Kuzmínov se suman a una ya larga lista de opositores a Putin que desde hace años han visto su vida segada o amenazada en territorio europeo. Sus perfiles son variados —desde periodistas a exmilitares, pasando por hombres de negocios o excompañeros del mandatario—, pero todos ellos tenían un punto en común: el líder del Kremlin y su círculo los consideraban explícitamente enemigos cuya ejecución debía servir además de advertencia al resto de exiliados y opositores. Al mismo tiempo, se enviaba un mensaje a los gobiernos europeos de que al régimen de Moscú no le tiembla la mano a la hora de actuar en territorios ajenos a su soberanía.
Este contexto pone a la UE y al Reino Unido ante la obligación de proteger especialmente la vida de los rusos refugiados en sus fronteras. Pero también ante la tesitura de responder con firmeza —algo anunciado sin concretar por el Gobierno español a raíz del asesinato de Kuzmínov— a una estrategia de terror que ya ha dado sobradas muestras de osadía y crueldad. Vladímir Putin, quien se presenta a la reelección presidencial este domingo con la oposición diezmada y perseguida, está convencido de que en Rusia puede actuar sin límites. Sería muy mala noticia que pensara que puede hacer lo mismo en el resto de Europa.
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