El IEEFA avisa del riesgo de que la UE se pase de frenada en la construcción de nuevas terminales de regasificación y llama a “no depender en exceso” de EEUU.
Por El País
Al filo del segundo aniversario de la invasión rusa de Ucrania, la energía del Kremlin sigue fluyendo hacia la Unión Europea. Entre 2021 y 2023, las llegadas de gas natural licuado (GNL, el que viaja por barco) desde el país euroasiático han crecido un 11%, según las cifras publicadas este miércoles por el Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (IEEFA, por sus siglas en inglés). El año pasado, tres países coparon el 80% de estas importaciones: España, Francia y Bélgica, con los puertos (y las regasificadoras) de Zeebrugge (Bélgica), Montoir-de-Bretagne (Francia), Bilbao (España), Gate (Países Bajos), Dunkeque (Francia) y Mugardos (España) como principales vías de entrada.
“El éxito europeo en reducir las importaciones de gas ruso por tubo contrasta con el aumento en los envíos procedentes de Rusia”, subrayan los técnicos de la organización, de corte ambientalista. En el caso de los puertos españoles, los desembarcos de gas ruso se duplicaron entre 2021 y 2023.
Eficiencia, temperaturas altas… y destrucción de demanda
Desde 2022, cuando comenzó la guerra, la demanda europea de gas ha caído un 20% hasta marcar su menor nivel en una década. Las caídas —producto de la mayor eficiencia, las cálidas temperaturas invernales (que han reducido la quema de gas en las calefacciones) y la destrucción de demanda por los altos precios— han sido particularmente significativas en dos de los países más industriales de los Veintisiete: Alemania e Italia.
Las previsiones del IEEFA pasan por que el consumo de GNL toque techo el año que viene, para caer a partir de entonces. En 2023, de hecho, la demanda continental de gas ya fue inferior a lo previsto por este centro de estudios.
“Europa ha conseguido navegar la crisis energética gracias a las medidas de eficiencia y al despliegue de las energías renovables”, se lee en el estudio publicado este martes, que también avisa del riesgo de que las terminales continentales de importación y regasificación tengan mucha capacidad ociosa en 2030.
Baja ratio de utilización de las regasificadoras
Desde febrero de 2022, cuando los primeros misiles rusos empezaron a caer sobre suelo ucranio, los países europeos han puesto en marcha ocho nuevas plantas de procesamiento de GNL. De acabar llegando a término todas estas nuevas instalaciones, la capacidad triplicaría lo requerido a finales de la década. Todo, a pesar de que la ratio media de utilización de las 37 terminales europeas no llega al 60% y de que ocho de ellas están por debajo del 50%.
“Hemos experimentado los peligros de arriesgar la seguridad del suministro energético al depender demasiado de una sola fuente”, apunta Anna Maria Jaller-Makarewicz, jefa de análisis de energía de IEEFA en el Viejo Continente. “Europa debe aprender de sus errores en el pasado y no volverse excesivamente dependiente de Estados Unidos, que el año pasado ya proporcionó casi la mitad de sus importaciones de gas natural licuado”, añade.
En los dos últimos años (2022 y 2023), los países europeos han gastado más de 170.000 millones de euros en GNL. De esa cifra, algo más de 75.000 millones fueron a parar a las arcas de las compañías gasistas estadounidenses; y casi 24.000 millones, a firmas rusas y cataríes, respectivamente. En el caso español —que cuenta con la mayor red de regasificadoras del continente: siete—, los pagos por importaciones ascendieron a más 12.000 millones en el caso de EE UU, a más de 7.400 millones en el de Rusia y a poco más de 1.100 en el de Qatar.