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La adopción tras de bambalinas, sea de quien sea y venga de donde venga

Por: José Eliécer Palomino Rojas.
José Eliécer Palomino Rojas

Nací el 10 de septiembre de 2014, de cariño los que me conocen me llaman yiyo.

El ser que me dio la vida no lo conocí, y la hembra que me engendró y que me trajo al mundo tampoco la conocí; porque cuando tenía 15 días de nacido, me entregaron en los brazos de un señor muy entrado en años de nombre Laureano.

Laureano es un señor beato y en sus tiempos de juventud perteneció a un grupo de Hippies, con costumbres alimenticias tirando a vegetariano, a ratos se asemeja a una chimenea cuando se pega a fumar, y en ocasiones se sumerge en el mundo de la bohemia y el mundo de andar en las nubes por efectos de la marihuana.

Todo el tiempo compartido en compañía de Laureano, ha sido de mucha paz, alegría, bienestar, comprensión, locuras, travesuras, mucha tolerancia y muchas salidas a zonas verdes, y a fincas.

Pero como nada es eterno en la vida terrenal, sucedió algo inesperado, uno de tantos días la señora Dora había invitado a almorzar a Laureano, y acudimos a la invitación, después del almuerzo pasamos muy felices, saltamos, corrimos como grandes amigos, y de regreso cuando entramos a la casa, en todo el centro de la sala Laureano se desplomó y cayó al suelo, empecé a llamar la atención de los vecinos, algunos que escucharon mis llantos, llegaron, lo alzaron y se lo llevaron a la clínica.

Confundido entré en estupor, mi cuerpo delgado de baja estatura y negro temblaba, cuando escuché a unos de los que llegaron a auxiliar a Laureano que decían: Hasta tanto no regrese Laureano debemos llevar a Yiyo donde doña Nena, para que se haga cargo de él.

Cuando me llevaron donde la señora Nena empezó mi gran encrucijada, porque al verla se veía que era de esas señoras solas, solteronas, regañonas, gritonas que viven prendiendo velas a San Antonio, para que le socorra un buen marido, porque no se soportan solas ni ellas mismas.

Durante el tiempo que estuve en casa de la señora Nena, como cosa rara empezó a darme ordenes, diciendo con voz fuerte como con gritos: “Siéntese” “échese” “silencio”, “vaya orine” etcétera…

Ya al llegar la noche, vi que se iban reuniendo gentes y susurraban que Laureano había fallecido, oía sonidos de voces que referían que al haber quedado solo, me iban a entregar en adopción a una familia llamada Naranjo, Palomino. Pero no fue así porque de la nada llegó una señora alta, robusta, también entrada en años de nombre consuelo y comentó que ella me iba a adoptar, de nuevo sentí temor, porque yo tenía un medio hermano de nombre Brinkis, y la señora de nombre consuelo nos separó, entregó en adopción a Brinkis a una señora de Manizales, y a mí me llevó a la casa de ella.

Al llegar a la casa de Doña Consuelo allí en ese nuevo hogar, encontré a dos nuevos seres con los cuales iba a compartir, a una la llamaban Rosita y a la otra la llamaban Frida. Con Rosa empecé a llevarme bien, pero con Frida no; porque Frida se me acercaba con gestos de rechazo, pero la señora Consuelo les llamaba la atención a las dos al ver las actitudes de cada una.

Pasado tres días en casa de la señora Consuelo, percibí que hablaba por teléfono con un señor de nombre José, al cual le decía que si quería recibir en adopción a Yiyo, y pasado un rato, tal fue la sorpresa que llegó Don José en casa de Doña Consuelo y me acerqué donde Don José con alegría, mostrándole simpatía, le jugueteaba para darle a entender a Don José que me recibiera en adopción, extrañada Doña Consuelo, al ver el acercamiento que tuve con Don José, lo cierto fue que de un momento a otro vi a Doña Consuelo que cogió un talego y en el talego se puso a empacar mi cobija, mi gargantilla, mis vasijas donde tomo mis alimentos, y después que terminó de empacar mis cosas Doña Consuelo le expresaba a Don José que me cuidara mucho, que estuviera muy pendiente de mi, que estuviera pendiente de las fechas de vacunación, que me diera muchos mimos, para que con las expresiones de cariño, lograra superar el duelo de la pérdida de Don Laureano.

Ya en la nueva familia Naranjo Palomino, donde actualmente me encuentro, estoy contento, me acogieron con una cama de carpa, una pequeña colchoneta, un suéter rojo que sale con el color de mi piel, una gargantilla con los números de los teléfonos de cada uno de ellos, para que en caso de emergencia informen donde me encuentro.

Lo curioso cuando me dejan salir a tomar el sol en el ante jardín, los amigos, y vecinos de la nueva familia que me adoptó pasan y preguntan que si el nuevo integrante es juicioso, obediente y oigo que responden que están amañados conmigo y que me quieren mucho.

Lo que me ha dado un poco de brega es que no me he adaptado al ver que pasan por mi lado Diana la cual es antipática y no me acepta como soy, con Lilou trato de aceptarlo, y con Santiago por la edad adulta que posee es más tolerante conmigo, aunque a veces me tira ciertos zarpazos.

Eso de ser canino en adopción, es una lotería de bastante amor, comprensión que muchos quisieran ganar.

Las opiniones expresadas de los “columnistas” en los artículos de opinión, son de responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan la línea editorial de Diario El Mundo.

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