Pese a las fértiles tierras y la numerosa fuerza de trabajo del país del este de África, el alto coste de cultivar y transportar alimentos y la peor sequía en varias décadas han reducido la producción local.
Por AP
Además, la gente prefería las cebollas rojas de Tanzania porque eran más baratas y duraban más. Para 2014, Kenia recibía la mitad de sus cebollas de su país vecino, según un reporte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
En el principal mercado de comida de Nairobi, Wakulima, los precios de las cebollas de Tanzania están en su máximo de siete años, señaló el tendero Timothy Kinyua.
Algunos tenderos se han adaptado comprando productos etíopes y otros han optado por vender otros vegetales, pero Kinyua sigue con las cebollas.
“Es algo sin lo que no podemos cocinar”, dijo.
La cuota a la exportación de cebollas introducida este año en Tanzania forma parte del “contagio” de restricciones impuestas en países asustados por la falta de suministro y el aumento de demanda sobre sus cultivos, explicó Joseph Glauber, investigador veterano en el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria.
En todo el mundo hay 19 países con 41 restricciones sobre la exportación de alimentos, que van desde vetos totales a impuestos, según el instituto.
India prohibió este año los envíos de algunas variedades de arroz, lo que sacó del mercado en torno a un quinto de las exportaciones globales. La vecina Myanmar, el quinto productor de arroz más importante del mundo, respondió deteniendo algunas exportaciones de ese grano.
India también restringió los envíos de cebollas tras unas lluvias irregulares —un fenómeno asociado al cambio climático— que causaron daños en las cosechas. Eso disparó los precios en la vecina Bangladesh, y las autoridades están teniendo problemas para buscar nuevas fuentes de ese vegetal.
Mientras tanto, una sequía en España afectó a la producción de aceite de oliva. Cuando los compradores europeos acudieron a Turquía, los precios del aceite de oliva se dispararon en el país mediterráneo, lo que llevó a las autoridades locales a restringir las exportaciones. Marruecos, que también lidiaba con una sequía antes de un letal terremoto este mes, dejó de exportar cebollas, patatas y tomates en febrero.
No es la primera vez que hay revuelo en los precios de la comida. El coste de alimentos básicos como el arroz y el trigo subió a más del doble en 2007 y 2008, pero el mundo tenía reservas en abundancia a las que podía recurrir y pudo reponerlas en los años posteriores.
Sin embargo, ese margen se ha reducido en los dos últimos años y el impacto del cambio climático implica que los suministros de comida podrían verse superados rápidamente por la demanda y los picos de precios, dijo Glauber, execonomista jefe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
“Creo que esa volatilidad mayor es la nueva normalidad”, señaló.
Los expertos creen que los precios de la comida en todo el mundo dependerán de la interacción de tres factores: cómo se desarrolla el fenómeno de El Niño y cuánto dura, si el mal tiempo daña las cosechas y provoca más restricciones a la exportación, y la evolución de la guerra de Rusia en Ucrania.
Los dos países en guerra son importantes proveedores globales de trigo, cebada, aceite de girasol y otros alimentos, especialmente para países en desarrollo donde los precios de la comida han subido y la gente pasa hambre.
El Niño es un fenómeno natural que varía los patrones meteorológicos del planeta y puede provocar eventos extremos, como sequías e inundaciones. Aunque los científicos creen que el cambio climático está haciendo más fuerte esta edición de El Niño, resulta imposible predecir con antelación su impacto exacto en la producción de alimentos.
Los primeros indicios son preocupantes
India sufrió su agosto más seco en un siglo, y Tailandia enfrenta una sequía que ha avivado el temor sobre el suministro global de azúcar. Los dos son los mayores exportadores de azúcar después de Brasil.
Esa lluvia más escasa en India también acabó con las esperanzas de los exportadores de que la nueva cosecha de arroz en octubre fuera a acabar con las restricciones comerciales y estabilizara los precios.
“No parece que los precios (del arroz) vayan a bajar próximamente”, dijo Aman Julka, director de Wesderby India Private Limited.
Los más vulnerables son países que dependen mucho de la comida importada. Filipinas, por ejemplo, importa el 14% de sus alimentos, según el Banco Mundial, y los daños causados por tormentas a sus cosechas pueden aumentar su necesidad. El arroz se encareció un 8,7% en agosto en comparación con el año anterior, más del doble que el 4,2% de julio.
Los propietarios de tiendas de alimentación en la capital, Manila, pierden dinero. Los precios han subido con rapidez desde el 1 de septiembre y clientes que antes compraban al por mayor ahora se llevan menos cantidad.
“Ya no podemos ahorrar dinero. Es como que sólo trabajamos para poder tener comida a diario”, dijo Charina Em, de 32 años y que tiene un puesto en el mercado de Trabajo.
Cynthia Esguerra, de 66 años, ha tenido que escoger entre comida o medicamentos para sus problemas de colesterol alto, piedras en la vesícula y complicaciones urinarias. Incluso así, sólo puede comprar medio kilo de arroz cada vez, que no basta para ella y su esposo.
“Simplemente no me preocupo por mi enfermedad. Se lo dejo a Dios. Ya no compro medicamentos. Simplemente lo dedico a comprar comida”, dijo.
Los riesgos climáticos no afectan sólo al arroz, sino a cualquier cosa que requiera lluvias estables para crecer, como el ganado, señaló Elyssa Kaur Ludher, investigadora de seguridad alimentaria en el Instituto ISEAS-Yusof Ishak de Singapur. Los vegetales, frutales y pollos se ven expuestos a golpes de calor, lo que incrementa el riesgo de que la comida se estropee, explicó.
Esto limita aún más los suministros de comida, y si las exportaciones de Ucrania no se reanudan habrá más escasez de pienso para ganado y fertilizante, dijo Ludher.
Rusia se retiró en julio de un acuerdo de guerra que garantizaba que los barcos podían transportar de forma segura el grano ucraniano a través del Mar Negro. Eso fue un varapalo para la seguridad alimentaria global, ya que prácticamente sólo dejaba las costosas y divisivas rutas europeas para transportar las exportaciones del país castigado por la guerra.
El conflicto también ha perjudicado la producción agrícola de Ucrania, y según los analistas los agricultores no están plantando tanto maíz y trigo como otros años.
“Eso afectará a los que ya sufren dificultades para adquirir alimentos”, dijo Ludher.