La reintegración de los atletas y equipos rusos al deporte mundial genera tensiones y deja en evidencia una compleja disputa en la comunidad deportiva internacional.
La UEFA, el órgano rector del fútbol europeo, se enfrenta a críticas airadas y una oposición declarada por parte de algunos de sus países miembro después de que, a principios de esta semana, su comité ejecutivo votó para suprimir de manera parcial una prohibición general que el año pasado se le impuso a los equipos rusos después de la invasión a gran escala de Ucrania.
La propuesta de permitirle a los equipos de Rusia que participen en el torneo de clasificación para el campeonato europeo masculino y femenino sub-17 que se celebrará el próximo año, clasificación que ya comenzó, tomó por sorpresa a muchos miembros de la UEFA. La aprobación del órgano rector reabrió lo que muchos creían que era un debate enconado pero concluido sobre la solidaridad con Ucrania.
La federación nacional de fútbol de Ucrania se opuso con rapidez a la votación, al argumentar que permitir que incluso los equipos juveniles rusos regresen a los torneos es “tolerar la política agresiva de Rusia”. Varias federaciones, entre ellas las de Suecia, Noruega y un grupo de naciones bálticas, señalaron que las condiciones que habían llevado a la prohibición inicial no habían cambiado en absoluto y básicamente pidieron ser sancionadas, al decir que se negarían a jugar contra oponentes rusos bajo cualquier circunstancia.
Las tensiones en el fútbol podrían ser un anticipo de las complejas discusiones que se desarrollan en docenas de deportes sobre la reincorporación de Rusia y sus atletas al deporte mundial antes de los Juegos Olímpicos de París del próximo año. Y la virulenta reacción a la decisión subrayó la dificultad para equilibrar la solidaridad oficial con Ucrania (y la oposición frente a la agresión rusa en Ucrania) con los derechos de los atletas, incluso los jugadores juveniles, con poca voz en las acciones de sus gobiernos.
Por momentos, las diferencias parecen irreconciliables. Por ejemplo, un bloque de naciones occidentales continúa presionando contra el empeño del Comité Olímpico Internacional para establecer condiciones en las que se permita a los atletas rusos participar en los juegos de París como neutrales. Y deportes tan diversos como el tenis y la esgrima ya han visto a los efectos de la guerra provocar enfrentamientos y desaires en sus competiciones.
Los atletas rusos recibieron noticias más positivas el 29 de septiembre, cuando el Comité Paralímpico Internacional los autorizó a competir en los juegos que tendrán lugar en París después de los Juegos Olímpicos de verano del próximo año. El comité votó para permitirles participar como neutrales, sin sus emblemas ni bandera nacionales.
Por su parte, los dirigentes del fútbol europeo tenían dificultades para entender por qué el poderoso presidente de su organización, Aleksander Ceferin de Eslovenia, había decidido arrastrar su deporte de nuevo a la disputa. Estos se apresuraron a señalar que Ceferin dijo en repetidas ocasiones que la prohibición total a los equipos rusos se mantendría vigente “hasta que termine la guerra” y las preocupaciones competitivas detrás de la prohibición original (que la negativa de los equipos a jugar contra Rusia hacía que los sorteos de los torneos fueran inviables y potencialmente injustos) no había cambiado.
El escenario de la disputa también fue inusual. Por lo general, los torneos juveniles merecen poca atención en las reuniones de liderazgo de la UEFA, por lo que a menudo están consignados a actualizaciones apresuradas al final de una larga agenda. Pero esta semana fue diferente.
La reunión a puerta cerrada que se realizó en un hotel de Chipre llevaba unos 90 minutos cuando Ceferin tomó la palabra y presentó una moción en la que pedía al comité que, de manera parcial, se levantara la prohibición impuesta a los equipos de fútbol rusos después de la invasión de Ucrania para que los equipos juveniles de Rusia pudieran regresar a las competiciones europeas.
Ceferin dejó pocas dudas sobre sus prioridades. Argumentó que no era correcto castigar a los niños, citó su propia experiencia al crecer en Eslovenia durante la desintegración de Yugoslavia e hizo referencia a una carta de las Naciones Unidas sobre los derechos de los niños antes de permitir que otros en la sala hablaran. Si bien la mayoría de los directivos permanecieron en silencio (algo típico en este tipo de reuniones, donde las decisiones generalmente se acuerdan antes de una votación formal), el representante de Polonia, el exjugador estrella Zbigniew Boniek, ofreció una oposición apasionada.
Durante cinco minutos, Boniek tomó la palabra para señalar que los niños en Ucrania también siguen sufriendo a causa de la guerra. Dijo que nada había cambiado desde que se tomó la decisión de prohibir el acceso a Rusia pocos días después del inicio de la invasión en febrero de 2022.
Un directivo rumano presente en la sala también habló, aunque no tenía derecho a votar. Recordó a la junta que la guerra de Rusia también estaba afectando a los niños de otros países europeos. La guerra, dijo, estaba obligando a realizar recortes presupuestarios en los servicios en Rumania para compensar los aumentos en el gasto militar.
Los representantes de Inglaterra y Gales apoyaron a Boniek y se abstuvieron cuando se realizó la votación, pero la moción fue aprobada de todos modos. Las repercusiones comenzaron casi de inmediato.
De inmediato, un grupo de federaciones europeas de fútbol dijeron que no jugarían contra equipos rusos en caso de que tengan que enfrentarse a estos en torneos de clasificación. Suecia, cuyo representante en la UEFA, Karl-Erik Nilsson, votó a favor del plan para permitir el regreso de los equipos rusos, fue más allá: dijo que prohibiría a las jugadoras rusas viajar a la final femenina sub-17 del próximo año en Suecia si el equipo se clasifica.
No está claro qué motivó la decisión de la UEFA de permitir el regreso de Rusia. La iniciativa de Ceferin no fue compartida abiertamente con los directivos dentro de la organización antes de la votación, algo que por lo general sucede para que la organización pueda analizar las implicaciones de una decisión, y las consecuencias prácticas son significativas: los sorteos de clasificación para los campeonatos sub-17, tanto para hombres como para mujeres, se celebraron sin Rusia y los equipos masculinos ya comenzaron a jugar partidos. La clasificación femenina comienza la próxima semana.
Si la decisión no se revoca, la UEFA se enfrenta ahora al espectro de tener que tomar medidas disciplinarias contra los países que se nieguen a jugar contra rivales rusos. Aun así, su presidente permaneció impasible.
“Al excluir a los niños de nuestras competiciones, no solo no reconocemos ni defendemos un derecho fundamental para su desarrollo integral, sino que los discriminamos directamente”, dijo Ceferin en comentarios publicados por la UEFA después de la votación. “Al brindar oportunidades para jugar y competir con sus pares de toda Europa, estamos invirtiendo en lo que esperamos sea una generación futura más brillante y capaz y un mejor mañana”.