El material erótico explícito a una edad temprana puede resultar una agresión al aparato psíquico de niños y niñas, afectar su comprensión de la sexualidad y perjudicar sus relaciones personales a futuro.
Por Infobae
La edad de inicio del consumo de material erótico o pornografía en menores de edad puede variar y no existen cifras precisas que indiquen en qué etapa comienzan a consumirla.
Lo cierto es que la explosión y crecimiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación trajeron consecuencias sin retorno para nuestra vida cotidiana. Con el surgimiento de estas posibilidades aquello que llevaba cierto proceso conseguir pasó a estar al alcance de un click. En ese contexto, el consumo de pornografía se ofrece de forma accesible, sin límite, y garantiza a su consumidor el anonimato absoluto.
La pornografía constituye material sexual explícito que transmite información sobre relaciones sexuales: sus distintos tipos, escenarios y guiones, potenciales parejas, posturas. También transmite modelos de lo masculino, de lo femenino, ideales sobre el cuerpo, el desempeño sexual, lo deseable, lo permitido. Deja de lado la afectividad de la sexualidad e impone un modelo de lo que “debería ser” el sexo, a partir de representaciones tradicionales, creando discursos sobre lo “normal”, “saludable”, “permitido”, “satisfactorio”, entre otros.
La pornografía no solo es en formato mainstreaming. El amplio espectro de consumo ha incluido además de los cuerpos humanos, zoofilia, violaciones reales y asesinatos filmados y pederastia, entre otros vejámenes.
El marketing pornográfico busca introducir a personas cada vez más jóvenes en el consumo y ofrecer material cada vez más denigrante.
En la actualidad existen más de quinientos millones de páginas web de acceso a material pornográfico. Se calcula que en Estados Unidos unos tres millones de usuarios pagan cerca de 60 dólares mensuales por la pornografía que consumen. Como resultado se estima que esta industria genera unos ingresos anuales de más de 2 500 millones de dólares solo en este país.
Colombia, Argentina, Brasil y México son los países latinoamericanos que más pornografía consumieron en internet en 2022, según PornHub.
En los últimos años también se comenzó a crear videos de producción casera y artesanal que las parejas comparten en diferentes on y offline en diversos sitios, lo que sugiere un consumo cada vez más común y por fuera de la industria.
Así, la cultura ha incorporado la pornografía en la vida cotidiana de las personas y la ha hecho presente en espacios de fácil acceso como como blogs, foros, revistas digitales, etc.
Se han abierto infinidad de blogs donde las personas pueden vender virtualmente cualquier tipo de elemento, práctica o fragmento del cuerpo que pueda considerarse erótico para el consumidor. Así también se ha naturalizado la venta de contenido sexual por menores de edad a través de plataformas, recibiendo dinero a cambio. Aunque esté prohibido, los usuarios menores de edad usan las identificaciones de otras personas y crean cuentas para vender su contenido y ganar dinero.
Algunas investigaciones sugieren que el inicio del consumo de pornografía tiende a ocurrir en la adolescencia, generalmente entre los 11 y 15 años. Sin embargo, también es bastante común el caso de niños más pequeños que han tenido acceso a contenido pornográfico. Esta exposición a una edad temprana tiene efectos negativos y duraderos en el desarrollo de los niños y niñas y en su encuentro y comprensión de su sexualidad.
Esto lo viene advirtiendo Save The Children hace algunos años y la organización estima que los primeros contactos con la pornografía empiezan a ocurrir en torno a los 9 y 11 años. No se trata de búsquedas deliberadas ni tienen un componente esencialmente erótico.
Los estudios hablan, en edades tempranas, de “exposición” a la pornografía o a material sexualmente explícito (imágenes de desnudos y genitales). Esto suele ocurrir las primeras veces a través de banners y pop-ups (ventanas emergentes en Internet), vídeos que comparten niños y niñas más grandes o folletos que encuentran en la calle, imágenes en películas, series, anuncios o redes sociales, etc.
